NOTAS DEL CAPÍTULO PRIMERO
(1) Los principales caracteres de la hipnosis, o estado
sonambúlico, según las observaciones de Beaunis, de la escuela de Nancy (*),
son:
"En los sujetos que me
han servido para mis experiencias, el sueño hipnótico puede ser provocado por
cualquier procedimiento; tan pronto como el sujeto está dormido, se encuentra
en estado de sonambulismo; los miembros conservan la situación que les hace
adoptar el hipnotizador y los movimientos que les imprime continúan
automáticamente.
(*) Según el mismo profesor,
en el nombre de Escuela, que les ha sido aplicado, hay algo que no responde
exactamente a la realidad; pero sobre esto ya hemos dicho lo pertinente en la
Reseña histórica preliminar, que precede a este estudio.
El sujeto únicamente está en
relación con la persona que lo ha puesto en estado de sonambulismo, con tal que
el sueño sea bastante profundo; no oye a nadie más que a él, y a nadie sino a
él contesta. Obedece pasivamente a su hipnotizador y a él únicamente, y puede
recibir sugestiones (alucinaciones o actos) que se realizan al despertar.
Durante el sueño, el
hipnotizado se acuerda perfectamente de lo que ha ocurrido, ya sea durante el
estado de vigilia, ya durante los sueños provocados anteriores; al despertar,
ha olvidado en absoluto lo que ha pasado durante el sueño provocado.
Estos caracteres esenciales
del sueño provocado, los he comprobado
en todos mis sujetos; en todos
ha existido
semejanza completa en todos
estos puntos; las únicas diferencias han sido de grado respecto a la mayor o
menor profundidad del sueño y a la intensidad más o menos grande del estado
sonambúlico.
A propósito de esto he de
añadir que no he comprobado en los caracteres del sonambulismo provocado
diferencias reales entre los sujetos histéricos y los no histéricos.
En mis sujetos no he
observado, como tampoco mis colegas de Nancy, los tres estados descritos por
Charcot y sus discípulos en los histero-epilépticos de la Salpétriére.
Tampoco hablo ni de la
hiperexcitabilidad neuromuscular ni del estado de la sensibilidad en los
sonámbulos."
(2) El mismo profesor de
Fisiología de la Facultad de Medicina de Nancy, H. Beaunis, se expresa así en su
obra El sonambulismo provocado;
"El procedimiento más
corriente, el clásico, por llamarlo así, es la fijeza de la mirada. Le digo al
sujeto: "Míreme fijamente", y al cabo de cierto tiempo, sus párpados
se cierran: el sujeto duerme.
También se puede, como hacía
Braid, hacerle mirar fijamente un objeto cualquiera.
Las primeras veces no siempre
viene el sueño, pero por lo general, al cabo de algunas sesiones, se obtiene el
resultado apetecido. Al principio se tarda bastante tiempo en producir el
sueño; luego se produce en algunos minutos, después en algunos segundos, y al
fin casi instantáneamente.
Tan pronto como el sujeto ha
sido dormido repetidas veces por una misma persona, está ya en poder de ésta y
se puede entonces provocar el sueño por cualquier procedimiento. Así,
pues, bastará que se le diga: "Se dormirá usted dentro de tantos
minutos", para que el sueño se produzca en el momento lijado. Es este un
procedimiento muy cómodo para dormir un sujeto a pesar suyo. En los
sujetos muy impresionables, basta con decirles con tono imperativo:
"¡Duerma!", para que el sueno se produzca inmediatamente.
Los pases a distancia
(algunos centímetros) pueden también, en determinados sujetos, no en todos,
determinar el sueño hipnótico. Hasta hay en los que estos pases dan mejor
resultado que otros medios.
Sabido es, y ya Braid ha hecho notar el hecho, que
ciertos sujetos pueden
dormirse por sí mismos, y el doctor Liebeault cita el caso curioso de un
sordomudo, que no tan sólo se dormía a voluntad, sino que podía sugerirse todo
género de alucinaciones, y empleaba esa especial propiedad en servicio de sus
pasiones."
En su libro Del sueño y de
los estados análogos, refiere Liebeault el caso en la siguiente forma:
"El sonámbulo L... se
hacía la ilusión de que la mujer que más le gustaba acudía a su cama. La sentía
a su lado, le testimoniaba su pasión y al despertar conservaba el recuerdo de
haber pasado instantes tan deliciosos como si su dicha hubiera sido compartida.
Por último, dos sujetos hipnotizables
pueden dormirse recíprocamente, para lo cual basta con que se miren fijamente
uno a otro."
Hasta aquí Beaunis.
Veamos ahora los métodos
preconizados por otros autores:
Método de Deleuze. — Reposo
absoluto alrededor del sujeto; los testigos importunos serán cuidadosamente
alejados; los que se queden deberán abstenerse de toda manifestación y unir su
intención a la del operador. Este se coloca frente a frente del enfermo, que
estará cómodamente sentado; pone sus rodillas contra o entre las del sujeto y
después de exhortarle a alejar todo temor y a abandonarse a los efectos del
magnetismo, esforzándose en no pensar nada, empieza la operación; se
reconcentra algunos instantes, luego coge entre sus dos dedos los pulgares del
sujeto, de manera que su parte interior toque el interior de los suyos y fija
sus ojos en él. Así permanecerá de dos a cinco minutos, hasta que se haya
establecido un calor igual entre los pulgares en contacto. Luego retirará las
manos a derecha e izquierda con las palmas hacia afuera, las levantará a la
altura de la cabeza, las pondrá un instante-sobre los dos hombros del enfermo,
luego practicará cinco o seis pases a lo largo de los brazos tocándole
ligeramente; luego se practicarán otros desde la cabeza hasta el epigastrio. Entonces
se detiene algunos momentos, poniendo los pulgares en el hueco del estómago y
los otros dedos debajo de las costillas; luego se continúan los pases operando
a lo largo de los muslos y de las piernas. Debe proseguirse todo el tiempo que
sea necesario; añádense, si
se quiere, pero no es
preciso, pases a lo largo de la espina dorsal, del bacinete y de las nalgas.
Teste dice en su Manual
práctico del magnetismo animal que se coloca en pie delante del enfermo y
no hace más que pases dirigidos de alto a bajo, teniendo cuidado de presentarle
siempre, al bajar la palma, y al subir el reverso de la mano. Este sistema da
resultado especialmente con las personas que ya han sido hipnotizadas. El mismo
autor duerme a sus sonámbulas habituales sentándose frente a frente de ellas
haciendo que le miren lo más fijamente posible, mientras él hace lo propio,
dirigiendo la mirada a los ojos. Algunos suspiros se escapan del pecho del
sujeto, sus ojos parpadean, se humedecen de lágrimas, se contraen fuertemente varias veces y por último se cierran.
Este procedimiento es uno de
los más eficaces para producir el hipnotismo. Desde luego no es necesario, como
pretenden los magnetizadores, tener una mirada dotada de un poder especial, ni
poner en tensión toda la voluntad, durante la operación, hacia el objeto que se
desea. Con tal que se tengan los ojos fijos puede dejarse el pensamiento en
entera libertad, y el primero que se lo proponga logrará su objeto tan bien
como el magnetizador más fluidífero.
Si al cabo de algunos minutos
los ojos del sujeto no se cierran espontáneamente, se aplican los pulgares
sobre los párpados que se mantienen bajos. Entonces, en las histéricas el sueño
es inmediato; la enferma se echa hacia atrás lanzando algunos suspiros,
mientras sus labios espumean un poco.
Braid se servia de un objeto
brillante cualquiera (generalmente su porta-lancetas), sostenido entre el
pulgar, el índice y el medio de la mano izquierda, a la distancia de
veinticinco a cuarenta y cinco centímetros de los ojos, en una posición tal
sobre la frente, que fuese necesario, por parte de los ojos y de los párpados,
el mayor esfuerzo para que el sujeto viera el objeto brillante. Iguales
recomendaciones de concentración
al paciente.
En la Salpétriére se modifica
ese sistema poniendo el objeto brillante entre los dos ojos, sobre el arranque
de la nariz. La convergencia forzada se aumenta, la fatiga es más pronta y el
sueño más rápido.
Ciertos modos de excitación
sensorial, con tal que sean
débiles, monótonos y
suficientemente repetidos, tienen también una influencia muy activa en la
producción de la hipnosis. Tres estudiantes sentados junto a una mesa donde
había un reloj de bolsillo cuyo tic-tac debían escuchar con los ojos cerrados,
se quedaron dormidos, según afirma un autor.
Las impresiones táctiles
débiles, rascar ciertas regiones del cuerpo; en otros, ligeras percusiones, son
también somníferas, pero las zonas hipnógenas varían según los individuos.
Un imán más o menos potente
aplicado, aun sin saberlo ellas, a ciertas histéricas, les determina el sueño
letárgico.
Ochorowicz ha inventado un
hipnoscopio que consiste en un imán en forma de cilindro hendido
longitudinalmente por un lado; los bordes de la hendidura forman los dos polos
del imán. El cilindro en cuestión tiene 5 6 6 centímetros de largo por 3 6 4 de
diámetro y pesa de 150 a 200 gramos; es un imán muy potente, puesto que puede
sostener objetos de peso veinticinco veces mayor que el suyo. Sobre 100
personas a quienes aplicó su hipnoscopio, Ochorowicz encontró 70 que no experimentaron
nada de particular, y que, según él, no serían hipnotizables; en cambio, las 30
restantes presentaron fenómenos de orden subjetivo u objetivo. El ruido súbito
de un platillo, o el sonido de un gran diapasón, hacen caer instantáneamente en
catalepsia a una enferma sentada sobre la caja del instrumento. La cesación
súbita de las vibraciones hace pasar al sujeto del estado cataléptico a la fase
letárgica. Idénticos efectos produce el súbito relumbrar de una luz oxhídrica o
eléctrica por la explosión de un paquete de fulmialgodón inflamado por la
chispa eléctrica.
Existe, además, un orden de
agentes hipnogénicos que pueden llamarse psíquicos.
Sabido es que ciertas
emociones violentas, como el espanto, por ejemplo, traen a veces consigo, fuera
de toda experimentación hipnótica, la catalepsia o la letargía. Los autores
citan diferentes ejemplos de tales accidentes producidos por el rayo.
Pero la acción de una viva
impresión moral no puede en rigor ser utilizada a título de procedimiento
experimental.
La atención expectante, es
decir, la espera de un fenómeno, la creencia en su
próxima producción — en el caso actual del sueño hipnótico, — basta para
provocarlo en ciertos sujetos. La sola idea de que serán hipnotizados, acarrea
el sueño en los que están ya acostumbrados por la repetición de las
experiencias, sobre todo los que tienen fe en el poder del operador y se
sienten incapaces de sustraerse a su influencia. En rigor, tales casos
entrarían en la sugestión.
Hay una categoría de sujetos
que se aproximan a los que acabamos de citar, que podrían llamarse hipnotizables
por persuasión, en los cuales puede producirse el sueño por simple
sugestión y que, según el doctor Bernheim, son en gran número. Durante las
primeras pruebas, el operador les hace mirar fijamente un objeto, sus dedos o
sus ojos, mientras insinúa en tono conveniente la idea del sueño: "Va
usted a sentir pesadez en los párpados, fatiga en los ojos; sus ojos parpadean
y van a humedecerse; la vista se vuelve confusa; los ojos se cierran." Y
así por el estilo. Algunos sujetos cierran los ojos y se duermen
inmediatamente. En otros hay que insistir y multiplicar la sugestiones ; unos
se duermen el primer día; en otros hay que repetir las experiencias, y acaban
por dormirse sólo con extender los dedos ante sus ojos, mirándoles y ordenando
"¡duerma usted!"
Hagamos notar que la
intervención de lá imaginación no es necesaria para producir el sonambulismo,
puesto que puede producirse durante el sueño ordinario, acercando las manos
calientes a la cabeza del sujeto dormido; al cabo de algunos minutos, el sueño
natural ha pasado a ser sonambúlico, sin otro agente que el calor. Berger
obtenía el mismo resultado por medio de
planchas calientes.
Hay, finalmente, la
hipnotización por error o por sorpresa. El siguiente caso, que
refiere Braid, dará una idea de él:
Un día se presentó en su casa
una persona que deseaba ser dormida. Estando Braid ocupado en aquel momento, la
confió a su amigo Walker, que estaba allí presente y que se encargó de
hipnotizarla. Poco después, Braid, al entrar en la habitación, vio sentado al
visitante con los ojos fijos en el dedo del señor Walker, que estaba en pie y a
su vez no quitaba la mirada de los ojos
de su sujeto. ¡Cuál no
sería su admiración cuando,
habiéndose acercado, se convenció de que Walker estaba profundamente dormido,
con el brazo y el dedo en un estado de rigidez cataleptiforme, mientras el
gentleman a quien había querido dormir estaba perfectamente despierto!
Hay quien se duerme mirándose
al espejo; otros haciendo una labor que exige gran atención, reposo y fijeza en
la mirada.
Como se ve, hay multitud de
procedimientos para lograr la hipnotización, ya recurriendo a los agentes
psíquicos, ya a los sensoriales y físicos o mecánicos; entre éstos, podemos
añadir el de bajar progresivamente los párpados, según la práctica del doctor
Bernheim y la del magnetizador danés Hausen, que consiste en producir una
sacudida brusca en la cabeza, lo que produce una conmoción en la masa
encefálica, generalmente muy desagradable al paciente.
Los hipnotizados no se
parecen entre sí. Entre ellos existen numerosas categorías: el procedimiento
que sirve para dormir a una histérica, fracasará en una persona sana, y el que
se emplee en un sujeto ya hipnotizado otras veces, no dará resultado en otro
que lo sea por vez primera. El método que menos decepciones ocasiona es el de
Braid. Desgraciadamente no siempre es aplicable; en los locos, por ejemplo,
porque es imposible casi siempre obtener la fijeza de la atención y de la
mirada.
Es notable el hecho de que
los síntomas precursores del sueño hipnótico parecen variar, no sólo según los
sujetos, sino también según el procedimiento hipnogénico empleado.
El procedimiento de los pases
determina una especie de torpeza, de fatiga general y de impotencia; la
fisonomía se pone inerte, y aun cuando no hay modificación marcada en el ritmo
de la respiración, el paciente experimenta un sentimiento de opresión.
La fijación de la mirada
sobre un objeto brillante produce la congestión de los ojos, el lagrimeo,
deslumbramientos y una perturbación de la visión cada vez mayor.
Las impresiones monótonas
repetidas ocasionan un embotamiento muy parecido al que precede al sueño
hipnótico.
Las impresiones violentas y
súbitas determinan el estado
cataléptico con preferencia a
cualquier otra fase del sueño hipnótico.
En general, los medios suaves
producen el sonambulismo, y los violentos, la catalepsia.
(3) Las alucinaciones
sugeridas constituyen uno de los capítulos más interesantes de la historia
del hipnotismo, dice el ilustrado fisiólogo de la Escuela de Nancy que nos
proporciona el material de estas notas.
Las alucinaciones sensoriales
han sido las más estudiadas y se encontrarán ejemplos numerosos en todos los
autores, especialmente en lo que se refiere a las alucinaciones de la vista y del oido.
Nos limitaremos, pues, a
hablar de algunos puntos que
han sido menos estudiados.
El primero se refiere a la limpieza
de las alucinaciones
provocadas, especialmente de la vista.
Puede preguntarse si esas
alucinaciones tienen el carácter y la limpieza de las sensaciones producidas
por los objetos exteriores. Cuando sugerimos a un hipnotizado la visión de un
perro, por ejemplo, ¿la imagen del perro es tan clara como en la realidad? No
conocemos experiencias hechas con el objeto de resolver esta cuestión.
De las que hemos llevado a
cabo por nuestra cuenta hasta el presente resulta que la alucinación sugerida
no tiene la realidad y la limpieza de una imagen objetiva y que la imaginación
del sujeto representa probablemente un gran papel. Se puede comparar la
alucinación visual a la vista de conjunto que se tiene de una persona o de un
objeto sobre los que se echa una mirada al pasar y se obtiene la impresión del
conjunto, pero los detalles nos escapan.
Sin embargo, es posible que,
gracias al ejercicio, las alucinaciones de la vista adquieran la precisión de
la realidad. En el sueño, ocurre en ocasiones algo así, al menos en
determinados individuos; en los alienados las alucinaciones adquieren sin duda
esa misma precisión. En los sonámbulos se podría conseguir probablemente igual
resultado sugiriéndoles la misma alucinación repetidas veces y con insistencia,
pero esta experiencia no está exenta de peligros. Dista mucho de ser corriente
que una sugestión tenga buen éxito desde la primera vez.
Se le sugirió durante el sueño a M. H.... que al
des
pertar vería un obispo en el
ángulo de la habitación. Una vez despierto, como no mirase al ángulo indicado,
se le dijo:
—Mire hacia ese rincón.
M. H... dirigió la mirada
hacia el punto aquél, y sus ojos tomaron la expresión habitual de cuando se ve
algo sin distinguir del todo lo que es.
—¿Qué ve usted?
—No lo sé bien; veo a
alguien.
—¿A quién?
—No lo sé — y continuó
mirando con cierta extraneza.
—¿Cómo va vestido?
—Lleva un traje bordado de
oro.
—¿Quién es?
—Lleva una mitra... ¡Ah, sí,
es un obispo!
La visión era evidentemente
poco precisa y fué destacándose paulatinamente para llegar a toda su
intensidad. Era la primera vez que se le hacía una sugestión de la vista.
La precisión parece mucho
mayor en lo que se refiere a las alucinaciones del oído.
En esas alucinaciones, que
tan fácil es producir por el hipnotismo, los sujetos oyen distintamente las
palabras, y esas palabras tienen un sentido muy preciso. Ya es sabido lo
frecuentes que son esas alucinaciones en los alienados y con qué irresistible
automatismo realizan los actos más criminales cuando las voces que
oyen se lo ordenan.
Las alucinaciones pueden
operar igualmente sobre las sensaciones internas, la sensibilidad muscular, las
necesidades.
Nada más fácil que sugerir a
un sujeto toda clase de sensaciones viscerales, de dolores internos, de hacerle
sentir hambre o sed, frío o' calor.
Existen, además, una cierta
categoría de hechos que no ha sido tan estudiada; nos referimos a lo que
podríamos llamar las alucinaciones motrices. Se le puede sugerir al
hipnotizado que está haciendo tal o cual movimiento, mientras permanece
absolutamente inmóvil.
Nosotros hemos sugerido a la
señorita A... E... que estaba bailando, y la alucinación motriz era tan fuerte
que la sujeto presentaba todos los fenómenos que determinan habitualmente el baile.
También han sido
experimentadas las que el
doctor
Bernheim llama alucinaciones
negativas, y el doctor Carlos Richer sugestiones inhibitorias, como
las retroactivas, y por lo que se refiere a las primeras, por medio de
las cuales se obliga al sujeto a no ver, ni oir, ni sentir, una persona o cosa
presente, hay que reconocer que es un fenómeno sorprendente de la sugestión.
(4) "Entre los fenómenos
de sonambulismo provocado — dice el profesor Beaunis — que mayor sorpresa causan y
parecen más inexplicables, se pueden colocar las sugestiones a largo plazo.
Daremos un ejemplo tal como ha sido comunicado a la Sociedad de Psicología
fisiológica, en la sesión del 29 de junio de 1885:
Sugestión a 172 días
de intervalo
El 14 de julio de 1884, por
la tarde, después de haber puesto a la señorita A... É... en estado de sueño
hipnótico, le hice la sugestión
siguiente:
"El 1.° de enero de
1885, a las diez de la mañana, me verá usted; vendré a felicitarla por la
entrada de un nuevo año, y después de haberlo hecho desapareceré."
El 1.° de enero de 1885, me
encontraba yo en París (la señorita A... E... reside en Nancy). Yo no había
hablado a nadie de esta sugestión.
He aquí lo que ese mismo día
contó la señorita A... E... a una de sus amigas y me dijo más tarde, igual que
al doctor Liebeault y a otras personas.
El día 1.° de enero, a las
diez de la mañana, se encontraba en su alcoba cuando oyó que llamaban a
la puerta.
Después de haber dicho:
"Adelante", me vio entrar llena de asombro y felicitarle, de viva
voz, el año nuevo.
Me marché casi en seguida, y
por más que la dicha señorita se asomó a la ventana para verme salir, no lo
consiguió.
Hizo la observación, y no
dejó de causarle bastante extrañeza, de que no obstante hallarnos en pleno
invierno, yo iba vestido de verano (el mismo traje que llevaba el día que la
hice la sugestión).
Fué en vano que se le dijese
que yo me hallaba en París en esa fecha y, por lo tanto, que no podia haberme
presentado en su casa: persistió en sostener que me había visto, y aun ahora, a
pesar de mis afirmaciones, sigue convencida de que ese día 1.° de Enero me presenté en su casa." El Rappel, del 19 de
octubre de 1886, daba cuenta de otro hecho semejante,
pero mucho más notable
todavía, en los siguientes términos :
"Los lectores hallarán aquí
las primicias de una sorprendente experiencia, de la cual nos acaba de llegar de
Nancy el relato inédito. Se trata de sugestión hipnótica;
de sugestión a largo plazo;
este es el más largo, con mucho,
que se ha visto.
Los señores Bernheim,
Liegeois, Beaunis, habían hecho, sucesiva y recíprocamente, sugestiones a 63,
100 y 172 días de plazo. Esta vez la sugestión hecha el 12 de octubre
de 1885, a las diez y diez de la
mañana, para realizarse el 12 de octubre de 1886, a la misma hora, o sea
a los 365 días, se ha cumplido exactamente.
M. Liegeois es el autor, y el
sujeto un joven llamado Pablo M..., que fué presentado por aquél el mes de
agosto último a la Sección de Medicina del Congreso de Nancy en una sesión de
que ya nos hemos ocupado. Se trata de un excelente sonámbulo que ya había sido
hipnotizado numerosas veces cuando, en la clínica del señor Liegeois, después
de haberlo dormido, el experimentador le dijo:
"Dentro de un año, en
semejante dia, he aquí lo que se le ocurrirá a usted hacer. Irá usted a casa
del señor Liebeault, por la mañana. Le dirá que se encuentra tan bien de la
vista desde hace un año que se considera obligado a darle las gracias a él y al
señor Liegeois. Les expresará su gratitud a uno y otro, y les pedirá permiso
para abrazarlos, a lo cual ellos accederán gustosos. Una vez hecho esto, verá
usted entrar en el gabinete del doctor, un perro y un mono sabio, llevando uno
al otro. Los dos animales se pondrán a hacer mil cabriolas y muecas, y esto le
divertirá a usted mucho. Cinco minutos después verá usted aparecer a un bohemio
seguido de un oso domesticado. El bohemio se alegrará extraordinariamente por
haber encontrado a su perro y a su mono, que temía haber. perdido, y para
divertir a los presentes hará bailar al oso, un oso gris de América, grande,
pero muy dócil, y que no le dará miedo. Cuando el bohemio vaya a marcharse, le
pedirá usted al señor Liegeois diez céntimos como limosna al perro que pedirá y usted mismo se los
entregará."
El 16 de octubre de 1886, el
doctor Liebeault, en su nombre y en el de Liegeois, escribía al doctor Beaunis
una carta en la que le refería lo ocurrido el día 12.
No hay necesidad de decir que
el experimentador se había mantenido en el más absoluto silencio y que el
sonámbulo no había podido enterarse por nadie de lo1 que de él se
esperaba.
Antes de las nueve de la
mañana, el señor Liegeois se hallaba en casa del señor Liebeault. A las nueve y
media, como nadie acudiera, creyó que la experiencia había fracasado, y se
volvió a su casa.
Pero a las diez y diez
minutos llegó el joven Pablo, que dirigió al doctor Liebeault sus palabras de
gratitud que le habían sido sugeridas un año antes y cuya idea, latente durante
365 días, acude a la hora prescrita; se ha acordado el sujeto, de esa hora, sin
haber pensado en ella, mejor que el doctor Liegeois, que tanto tiempo la ha
estado esperando.
Después de haberle dado las
gracias al señor Liebeault, pregunta si el señor Liegeois no va a venir.
Avisado éste, acude en
seguida.
Al verle,
se levanta Pablo, se
apresura a darle las
gracias en la misma forma que
al dueño de la casa; y todo
lo demás se desarrolla como en la sugestión había sido
establecido, excepto lo del
abrazo a los doctores y que
' el oso no apareció.
La experiencia había
terminado. El joven se quejaba de un poco de enervamiento. Para hacerle
recobrar la calma, el doctor Liegeois 1c durmió con sueño sonambúlico y
aprovechó la circunstancia para pedirle algunas aclaraciones respecto a lo que
acababa de ocurrir.
Pregunta:—¿Por que ha visto
usted al perro y al mono?
Respuesta:—Porque usted me
dio la sugestión el 12 de octubre de 1885.
Pregunta:—¿No se ha equivocado usted de
luna? Yo creía que le
había indicado las nueve
de la mañana.
Respuesta. — No, señor. Usted
es el que está equivocado; me durmió usted, no en este banco que estoy ahora,
sino en el de enfrente; luego me hizo usted ir en su compañía al jardín y me
dijo que volviera dentro de un año a la misma hora, y como eran entonces las
diez y diez minutos, a esa hora me he presentado.
Pregunta:—¿Pero por qué no ha
visto usted ningún oso y no nos ha abrazado al señor Liebeault y a mí?
Respuesta:—Porque eso sólo me
lo dijo una vez, y el resto de la
sugestión me lo repitió dos veces.
Todos los presentes quedaron
sorprendidos de la claridad y precisión de estas respuestas, y el doctor
Liegeois declaró que los recuerdos del sujeto le parecían más exactos que los
suyos."
Para explicarse las
sugestiones a largo plazo, tanto Beaunis como Bernheim han ideado teorías que
no acaban de solucionar el problema; los mentalistas, recurriendo a la dualidad
de mentes en el individuo, y con ayuda de la memoria objetiva y la memoria
subjetiva, consiguen una más plausible demostración de la posibilidad de
estos hechos, innegables desde luego, por el funcionamiento aun desconocido de
una potencia psíquica que escapa a nuestras investigaciones y de la que sólo conocemos
los fenómenos.
William Hamilton, en sus Ensayos
de metafísica, se ocupa de ella designándola con el nombre de memoria
latente, y dice:
"La práctica demuestra
que en la mente existe un sistema completo de conocimientos, los cuales, no
obstante permanecer olvidados en estado normal, pueden reaparecer en ciertos
estados de anormalidad, como en el delirio febril, la locura, el sonambulismo,
etc....''
No hacemos más que apuntar,
al lector curioso de estos fenómenos, la facilidad de proseguir sus estudios
sobre tan vasta materia, que aquí no es posible profundizar, por tratarse de
especulaciones que nos alejarían del estudio de Wundt, que es lo que nos ocupa.
(5) Por las razones ya antes
expuestas, ampliaremos con las observaciones de otros autores lo que se refiere
a los efectos psicológicos de la hipnosis, que coadyuvarán al mejor
conocimiento de la materia al lector poco versado en estos estudios.
He aquí la teoría de
Cullérre:
"En un grado ligero de
hipnotización, el primer fenómeno observado es la pérdida de la espontaneidad
psíquica de la voluntad. Las personas que han pasado por tal estado declaran
que todos los esfuerzos por querer son inútiles y que el sujeto está
completamente a merced del experimentador.
Sin embargo, la inteligencia
subsiste por entero, pero en cierto modo en estado latente. El curso de las
ideas, que en estado normal se empujan, se asocian, se encadenan en el cerebro,
está suspendido; de manera que cuando en la calma absoluta de la inteligencia,
en aquel vacío de la conciencia se lanza una excitación, repercute en ella con
potencia tal que conmueve todas las facultades y las pone en actividad. Como la
voluntad duerme, o mejor dicho, está cohibida y no ejerce su dirección habitual sobre los fenómenos
psíquicos, el encadenamiento de las ideas tiene algo de fatal y
automático."
"Supongamos- dice Richet - que se sugiere a un sonámbulo la idea de serpiente.
A la palabra serpiente, memoria, imaginación, sensibilidad, todo entra
en juego en seguida absolutamente cuino en el individuo normal. La única
diferencia está en que, en estado normal, la idea de serpiente puede ser
dirigida, modificada, aumentada, trabada por la voluntad, mientras que en el
sonámbulo esa voluntad no existe."
Para expresar brevemente los
fenómenos psíquicos observados en el hipnotismo, diremos que consisten en una
suspensión más o menos completa y progresiva de las funciones intelectuales
empezando por las más elevadas, primero la voluntad, luego la conciencia, luego
el sentimiento de la personalidad, y por último la actividad psíquica
inconsciente. Como está generalmente admitido que las facultades intelectuales
tienen por asiento la capa cortical del cerebro, puede decirse, pues, que los
fenómenos hipnóticos son debidos a una suspensión ligera, parcial o completa,
de la actividad de la substancia gris de la superficie de los hemisferios cerebrales,
Rumpf supone que el
hipnotismo es ocasionado por perturbaciones de la circulación
cerebral que producen hiperemias y anemias en la substancia gris.
Según Preyer, la
concentración del pensamiento sobre una sola idea determina una
actividad exagerada de células cerebrales y, por consiguiente, una formación
anormal de productos oxidables que, quitando el oxigeno a la substancia,
produce el embotamiento de las
células.
Carpenter cree que los
centros psicomotores influídos por la fatiga de los músculos de la órbita o por
una gran contención del
espíritu, dejan el campo libre a la
acción
de los nervios vasomotores en
una cierta extensión de la corteza del cerebro. De ahí se deduce una
disminución del caudal o aportación de la sangre en la masa cerebral: de donde
viene un debilitamiento o hasta cesación de las funciones psíquicas, al mismo
tiempo que se comprueba paralelamente un aumento de actividad en los otros centros
de los hemisferios cerebrales.
Heidenhaim, al comienzo de
sus investigaciones, había adoptado la teoría precedente y pensaba que el sueño
nervioso era ocasionado por la anemia cerebral. Pero habiendo examinado la
retina durante el hipnotismo y habiendo comprobado que los vasos de esta
membrana no eran asiento de ninguna contracción, dedujo que los capilares del
cerebro no podían estar en un estado muy diferente y que no había motivo para
suponerlos contraídos. Y hasta llegó a persuadirse, por el hecho de que los
individuos sometidos al nitrito de amilo son también hipnotizables, de que la
congestión del cerebro no era incompatible con el estado hipnótico.
Existe otra teoría, que es la
de la inhibición. Sabido es que la excitación de ciertos nervios produce no un
movimiento, sino un paro de movimiento. La excitación del nervio
pneumo-gástrico detiene el corazón; la de la cuerda del tímpano hace cesar la
constricción de los vasomotores de la glándula salival. Otras excitaciones de
orden diferente producen efectos análogos; en ciertas epilépticas la flexión
del dedo pulgar del pie detiene las convulsiones; una sencilla picadura del
bulbo suspende inmediatamente todas las funciones del encéfalo. La excitación
de un nervio sensitivo disminuye la excitabilidad refleja de la médula, y así
sucesivamente. Estos hechos y otros hechos análogos han servido de base a la
teoría de la inhibición debida a Brown-Séquard, que la formula de la manera
siguiente:
La inhibición es el paro, la
cesación, la suspensión, o si se quiere, la desaparición momentánea o para
siempre de una función, de una propiedad o de una actividad (normal o mórbida)
en un centro nervioso, en un nervio o en un músculo; pero que se verifica sin
alteración orgánica visible (cuando menos en el estado de los vasos
sanguíneos), sobreviniendo inmediatamente o poco después de haber producido la
irritación en un punto del sistema nervioso más o menos alejado del
punto en que se observa el efecto. La inhibición es, pues, un acto que suspende
temporalmente o anonada definitivamente una función, una actividad.
(6) El señor Focachón,
farmacéutico de Charmes (Francia), hizo una experiencia de vesicación por
sugestión hipnótica que, por tratarse de un caso notable, publicamos en este
lugar.
Se llamaba el sujeto con quien
la experiencia fué hecha, Elisa F...
Un día que Elisa sentía dolor
encima de la ingle izquierda, le sugirió el señor Focachón, después de haberla
dormido, que se le formaría una ampolla de vejigatorio en el punto dolorido; al
día siguiente, sin haberle aplicado nada, había en el lugar designado una
ampolla con serocidad.
Poco después, empleó el mismo
procedimiento de la sugestión para quitarle un dolor neurálgico de la región
clavicular derecha; pero esta vez, en lugar de una vesicación, produjo
"quemaduras en un todo semejantes a botones de fuego bien formados y que
dejaban costras reales".
El señor Focachón informó de
estos hechos al doctor Liebeault, y en Nancy se repitieron las experiencias el
3 de diciembre dé 1884, con excelente resultado; pero como había habido una
interrupción de vigilancia, se convino en hacer nuevas pruebas en mejores
condiciones, que tuvieron lugar en Nancy en mayo de 1885, en presencia de los
profesores Beaunis, Bernhein y Liegeois; de los doctores Liebeault y Simón,
ayudante de clínica; de los señores Laurent, arquitecto estatuario, y Brulard,
interno de la Facultad, que firmaron el acta, y comprobaron la existencia de
las vesicaciones, producidas por unos sellos de correos que se le habían puesto
a la paciente, sugiriéndole, en estado hipnótico, que eran vejigatorios.
Las sugestiones que se
manifiestan en los niños, como demostración de su comercio carnal con el
diablo, los nevos maternos que en los niños aparecen y las mismas como llagas
de San Francisco de Asís, son efectos de la autosugestión bien comprobados y
que se
relacionan
con estos hechos.
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