APÉNDICE
Varios problemas
referentes a la sugestión, la persuasión, fascinación, etc.
Terminado el magistral estudio crítico de
Guillermo Wundt, sobre materia tan compleja como es el Hipnotismo y la sugestión, quedan, indudablemente, puntos
todavía no bien esclarecidos, que el sabio profesor
no ha querido afrontar, y que por nuestra parte, nosotros, no haremos más que
presentar al lector con las opiniones diversas que su estudio ha sugerido a
aquellos hombres que en presencia de de-terminados
fenómenos no han querido sustraerte a su examen.
En el dominio de la sugestión surgen
inevitablemente muy arduos problemas, ya se le considere en sus fines terapéuticos,
pedagógicos o experimentales.
Trataremos, en primer lugar, del que con mas
frecuencia se ofrece, a saber: ¿El sujeto sugestiona-do ye o no ve realmente,
según que la sugestión haya sido afirmativa o negativa, o tan sólo cree él ver o no ver?
Hablamos del sentido de la vista, porque es
el más importante, pero la misma pregunta puede hacerse, desde luego, respecto
a todas las imágenes mentales auditivas, táctiles, gustativas, etc., obtenidas
por sugestión.
La solución de este problema—dice Magnin—la
hace todavía más difícil la poca precisión que concedemos en general a la
palabra sugestión. A partir de las magistrales publicaciones de Bernhein, desde
el punto de vista medico, y de Liegeois desde el punto de vista médico legal,
el sentido de la palabra sugestión se ha hecho tan vasto, que comprende desde
la simple influencia hasta la orden seguida de obediencia pasiva. De ahí que
pierda gran parte de su valor. ¿ No hubiera sido más lógico aplicar
únicamente la palabra sugestión a lo que concierne a la sugestión puramente
hipnótica, es decir, provocada en un sujeto hipnotizado y seguida de obediencia
pasiva, y reservar los términos influencia, persuasión, convicción para todo lo
que se refiere a la vida normal ?
El doctor Grasset ha tratado con mucho
talento ese delicado aspecto de la cuestión: "¿Qué es lo que caracteriza
esta influencia especial del hipnotizador sobre el hipnotizado, a la que
llamamos sugestión, y qué es lo que la distingue de las otras influencias como
la persuasión, el consejo, la orden, la conversación, el ejemplo, la discusión,
la demostración?
"En todos esos casos admito que el
sujeto obedece al requerimiento, sigue el impulso, en ocasiones con la mayor
rapidez. Mas en todos los casos que
no son de sugestión, el sujeto acepta el
requerimiento, consiente en obedecer; reflexiona o no, razona más o
menos tiempo, pero al fin interviene, aprecia y juzga. Su espontaneidad está
más o menos influida por la influencia exterior, pero existe siempre en un
grado cualquiera.
"En la sugestión, por el contrario, no
ocurre lo mismo; el sujeto obedece sin
criticar, sin razonar, sin juzgar; no tiene que aceptar ni que consentir; obra
como se le sugiere (*)."
(*) P. Grasset. El hipnotismo y la sugestion.
"En mi concepto—añade Magnin por su
parte— quizás es ir un poco lejos, y esta proposición del eminente
psicólogo de Montpellier sólo me parece aceptable en virtud de su teoría del
centro psíquico suprior O, que representa el yo del sujeto y de la conciencia
poligonal que corresponde al automatismo.
"Según mi propia experiencia, me parece difícil
poder delimitar con semejante precisión, esas dos conciencias; se me antoja casi imposible
decir que en la persuasión, en la convicción, el centro psíquico
superior O es el influido, mientras que en la
sugestión, como el centro O queda aniquilado, sólo los centros poligonales son
influidos. Me inclino a creer qué la teoría de las conciencias supraliminal y
subliminal del psicólogo inglés Myers es más aceptable. Con efecto, jamás he
podido delimitar la frontera exacta de los diferentes estados de conciencia en las investigaciones que he hecho en un gran
número
de sujetos, y en cambio casi siempre he
podido comprobar la presencia de las dos: es una cuestión de más o menos, de
cantidad.
"Para Grasset, la sugestión ha de ser
una orden seguida de obediencia pasiva, si no he comprendido mal. Así, pues, si
para la realización de la sugestión dada, es preciso confirmar la orden por
medio de explicaciones, por un razonamiento, por pruebas, eso ya no es una
sugestión en el sentido estricto y científico que querría el autor reservar a
esta expresión.
"Así, pues, en Lina, el sujeto de
Rochas, a quien se ha de explicar y desarrollar la idea de la que se quiere
obtener en ella la actitud y la expresión, no habría sugestión, en tanto que en
Magdalena, el sujeto de que yo me sirvo, en la que la orden abstracta es
bastante, la sugestión sería real: las dos, sin embargo, se hallan en hipnosis.
"Tomemos otro ejemplo. Duermo a dos
mujeres, que presentan el mismo estado hipnótico y los mismos caracteres
somáticos como prueba relativa de una misma naturaleza fisiológica. Las sugiero
que hace un calor sofocante: una se desnudará completamente sin darse cuenta de
su estado, la otra sufrirá penosamente el calor, pero no se despojará de más
ropas que aquellas que su conciencia normal le permite. En la segunda, es
evidente que el centro O rige aún los centros poligonales. No sería, por lo
tanto, una sugestión, aunque realizada en la hipnosis.
"Tampoco sería más exacto decir que el
término sugestión debe quedar reservado
exclusivamente
para los fenómenos que nacen de la hipnosis,
pues también de ese modo la vaguedad de la terminología persiste. Los
sugestibles, en estado de vigilia, sólo se hallan, en el momento en que se les
hace una sugestión, en un estado de vigilia aparente; se hallan, seguramente,
en un estado hipnoide, en el cual la actividad del centro O está muy
disminuida.
"Me parecería lo mejor reservar
estrictamente el término sugestión a las experiencias en las cuales no
interviene otro factor que la orden dada. Así, cuando para la realización de
una sugestión es necesario el concurso de la persuasión, o el espíritu de
imitación, para precisarlo más se debía añadir al término sugestión un
adjetivo. Por ejemplo, la experiencia bien conocida de Slosson, que es una
sugestión sensorial evidente, ha sido más bien provocada por la insinuación y
por el entrenamiento que por la sugestión. Slosson, en una conferencia pública
"vierte sobre algodón el agua de una botella, apartando la cabeza, después
dice que está seguro de que nadie conoce el olor del compuesto químico
que acaba de ser vertido, y añade que espera que por más que el olor es fuerte
y de una naturaleza especial, a nadie molestará. Para saber cuál es la rápidez
de difusión de ese olor, ruega a las personas que la noten que levanten en
seguida la mano; quince segundos después, las personas sentadas en la primera
fila dan la señal, y antes de un minuto, las tres cuartas partes de los
asistentes habían sucumbido a la sugestión. La experiencia no fué llevada mas lejos,
pues algunos espectadores, desagradablemente
impresionados por ese olor imaginario, se preparaban ya a abandonar el local
(*)."
(*) Binet. La sugestibilidad.
"Lo mismo puede decirse de la notable
experiencia de sugestión táctil provocada por el profesor Yung, de la
Universidad de Ginebra. "Delante de un numeroso auditorio, con aire grave
y actitud seria, empieza por dar algunas explicaciones sobre el magnetismo y
por demostrar cómo puede obrar el fluido sutil, aun sobre la materia inerte.
Mantenida en esa forma la atención del público, arregla cuidadosamente algunas
cartas sobre la mesa, y a esas cartas les hace varios pases magnéticos. De este
modo—dice a los espectadores—cargo a las cartas de mi fluido y las hago
diferentes de todas las otras, hasta el punto de que si alguien toca una,
cambiará su polaridad, con lo cual se las podrá distinguir fácilmente de las
otras. Abandona entonces el operador la sala y uno de los asistentes toca una
carta. Vuelve el doctor Yung, da algunos pases más a las cartas y acaba por
coger aquella que ha sido tocada, diciendo que al contacto de esa carta siente
en el brazo una trepidación nerviosa, como cuando se produce un choque
eléctrico.
En seguida añade que esta experiencia no
tiene nada de extraordinario y que cualquiera puede hacerla. La proposición es
aceptada y casi siempre el más escéptico de la sala es el que se presenta, para
repetir la pantomima que acaba de presenciar; magnetiza las cartas con cierto desdén, se
marcha y en su ausencia nadie toca ninguna. Cuado regresa se le dice que no
trate de adivinar, sino de ver si realmente podrá descubrir una diferencia
entre las cartas. El doctor Yung le dice que casi siempre la diferencia se nota
y que siempre la carta indicada es la buena. Sale el experimentador de la sala
por segunda, por tercera vez, y generalmente a la tercera el sujeto afirma que
nota realmente un choque nervioso muy violento, comparable al del doctor Yung.
Hay que advertir que el doctor Yung dispone siempre de un cómplice que por
medio de una señal convenida, le indica la carta tocada. Esta experiencia la ha
ensayado en cerca de 800 personas, en su mayoría médicos y sabios, y de diez
veces nueve, por simple sugestión, ha conseguido dar la sensación deseada
(*)."
(*) C. Lloyd-Tuckey en la Terapéutica psíquica,
"En este notable caso, me parece que el
aparato necesario para el buen éxito de la experiencia no permite darle
el nombre de sugestión propiamente dicho, más bien es una persuasión.
Pero no es en las investigaciones de la
psicología experimental donde mayor importancia tiene saber a qué atenerse
respecto a la extensión del sentido dado a la palabra sugestión. En medicina
legal, la importancia es muchísimo mayor. Entiendo yo, que para poder sostener
la teoría de un sujeto hipnótico en materia criminal, es preciso reconocer
únicamente la sugestión en
su significación restringida de
orden dada, seguida de obediencia pasiva, y
no en aquella demasiado dilatada de Bernhein. Así, pues, todos los crímenes que
han sido discutidos, desde el punto de vista hipnótico, no parecen haber sido
cometidos bajo el imperio de una sugestión, en el sentido estricto que nosotros
quisiéramos que se le diese a la palabra. Gabriela Bompard y otras, mejor
parece que han sido influidas, impulsadas a cometer sus crímenes, que
sugestionadas. En todo caso, no parece que haya habido orden seguida de
obediencia pasiva, sino más bien insinuación y persuasión.
"Otro punto, esencial también, para
tratar de dilucidar la cuestión de saber si en la sugestión hay creencia
absoluta o simple obediencia, es el de estudiar únicamente en sujetos que
ofrecen el fenómeno en un mismo grado; esto ya constituye una gran dificultad.
Presentad a una muchacha dormida un melocotón de maravillosa frescura,
sugeridle que hay dos, tan hermoso uno como el otro, y veréis entonces
como la joven tal vez no pueda distinguir el melocotón verdadero del otro del
que sólo tiene la alucinación, en tanto que otro sujeto, aun certificando la
existencia de los dos frutos, verá uno, el verdadero, más distintamente que el otro.
"Lo mismo ocurre, si le doy a un sujeto
en la hipnosis, y hasta a un sujeto sugestionable en el estado de vigilia, la
sugestión de un asesinato que se comete en su presencia: uno mirará con
tristeza como se comete el delito, y parecerá convencido del hecho, pero no
demostrará horror, ni hará nada por oponerse; otro, por el
contrario, parecerá asustado, querrá huir, o, según su carácter,
impedir el crimen. En una palabra, éste se identificará con la alucinación
creada. Lo repito, únicamente con sujetos que se identifiquen enteramente con
el papel que se les sugiere, esas investigaciones pueden ser de utilidad.
"Pero aun en esos sujetos que llegan a
la identificación absoluta... es lícito preguntarse en qué punto se. detienen
los efectos de la heterosugestión, convertida en autosugestión.
"Nos son conocidos en la historia hechos
que parecen probar una identificación absoluta, por ejemplo: Tallemant des
Reaux cuenta que Ana de Gonzaga de Cleves, hermana de la reina de Polonia, tuvo
una visión en la que se le ordenaba que fuera, por la noche, a ver a una
muchacha con un cirio, para exhortarla a morir. Fué acompañada de Mgr. de
Guise, arzobispo de Reims, y en el momento que éste dijo: "Ahora va a
morir", la joven nimio efectivamente (*).
(*) Max Simón. Les maladies de l'esprit.
"Más conocido es el caso de Manoury, el
verdugo de Urbano Grandier: El día de la ejecución, algunos minutos antes de
llevarla a cabo, el sacerdote le advirtió que al cabo de un cierto tiempo
moriría también; a la fecha fijada, el verdugo Manoury vio el espectro de su
víctima, fué acometido de un temblor nervioso y murió.
"Desde el punto de vista experimental
conocemos las experiencias hechas
con condenados a muerte
que, puestos en camas y entre ropas nuevas,
con la explicación sugestiva de que se les acostaba en camas de coléricos o
de tísicos, contrajeron la enfermedad.
"La experiencia citada por el doctor
Hack Tuke en un condenado a muerte, parece demostrar claramente que esta última
hipótesis es cuando menos verisímil. "Un francés de categoría que había
sido condenado a muerte, fué persuadido por sus amigos que querían evitar la
deshonra de una ejecución, que debía prestarse a servir de sujeto a una
experiencia. Le dijeron que lo matarían por medio de una sangría suelta. Le
vendaron los ojos, y después de haberle pinchado en un brazo, hicieron caer
sobre ese brazo un chorro de agua tibia. Mientras esto ocurría, los asistentes
se comunicaban sus impresiones respecto al estado del paciente y en voz baja,
pero que pudiera ser oída, iban diciendo: "Empieza a desfallecer, los
latidos del corazón cada vez son más débiles; ya casi no tiene pulso", y.
otros comentarios de la misma índole. Poco después el desgraciado moría con los
signos evidentes de un síncope cardíaco, a consecuencia de hemorragia, sin
haber perdido ni una sola gota de sangre (*).
(*) C.
Lloyd-Tuckey.
Terapeutique psiquique.
Evidentemente no es posible llevar la
experiencia hasta el extremo, quiero decir hasta la muerte, como tampoco nos
está permitido experimentar la sugestión en seres que se bailen todavía en el
seno de su madre, lo que tal vez seria el único medio de aclarar la cuestión de
los nevos.
Está probado actualmente, por los trabajos de
los sabios, que no llega ningún pensamiento a nuestro cerebro sin que nuestra
circulación sanguínea experimente una alteración sensible; y muy recientemente,
Sietchenog, ha ido todavía más lejos, pues ha dicho que no había pensamiento
sin contracción muscular. Lombroso, que ha publicado una interesante
contribución al estudio de la transmisión del pensamiento, dice: "Se puede
permanecer completamente inmóvil y pensar, pero si la reflexión es intensa, hay
un principio de lenguaje; se producen pequeños movimientos de la laringe y de
la mandíbula; si se piensa en un objeto, la pupila se dilata o se contrae,
según la distancia; la respiración se acelera y se hace más pausada, una cosa
tras otra, los músculos se contraen, esbozando el comienzo de un gesto; hay
variaciones en el cambio molecular, hasta en las secreciones; pero sobre todo
se comprueba un cambio en la temperatura del cuerpo y en la circulación
periférica (*)."
(*) La investigación sobre la
transmisión del pensamiento, por el profesor C.
Lombroso.
Es sabido que los lectores
del pensamiento, los
Pickmann, los Cumberland, llegan de ese modo
a apoderarse de las ideas de las personas de las que tocan la periferia del cuerpo
con la palma de la mano. Por lo demás, actualmente poseemos aparatos
maravillosos construidos por Marey, por Mosso y otros sabios, que registran
matemáticamente esas alteraciones, lo mismo de la circulación que de la
musculatura.
Las investigaciones fisiológicas del mayor
interés, debidas a Pawlow, de San Petersburgo, nos prueban que las glándulas
digestivas segregan jugo gástrico no tan sólo por la irritación mecánica y
química de la mucosa estomacal, sino ante todo por el deseo de comer, es decir,
por una representación mental. Las experiencias de Pawlow han demostrado que un
perro al que le presentan un manjar apetitoso, sin permitir que lo toque
segrega una cantidad de jugo gástrico igual a la segregada por otro perro al
que se le hubiese dado un pedazo de carne (*).
(*) Die Arbeit Verdauungsdrüsen, 1898. Von Pawlow.
Igualmente, Kronecker, profesor de la
Facultad de medicina de Berna, ha demostrado, por experiencias, rigurosamente
científicas, que una bola de plata introducida en un asa intestinal de un
perro, llega más pronto al orificio por una representación mental—el miedo por
ejemplo—que por el masaje o cualquier otro excitante del movimiento intestinal.
Lícito será, pues, pensar que si todas esas
observaciones hechas en perros son justas, no hay razón para que en el hombre
no se confirmen y aun con mayor motivo, ya que en él los fenómenos psíquicos
son mucho más internos. Por lo demás, es cosa bien sabida que el miedo puede
influir en la secreción láctea de las nodrizas.
Este aumento de secreción, esta mayor rapidez
del movimiento intestinal, esta aceleración de la circulación, esta dilatación
o contracción de la pupila, en
una palabra, todos esos fenómenos
fisiológicos se verifican en el estado de vigilia, es decir, en un estado
polideico. Así, pues, si reflexionamos en la intensidad de poder de un
monoideísmo, es decir, en la concentración de todas nuestras fuerzas psíquicas
en un solo pensamiento, no nos debe sorprender que se lleguen a provocar
efectos más considerables todavía. Los estados de credulidad, de catalepsia,
son estados monoideicos, el sonambulismo, en cambio, es polideico, lo cual nos
explica por qué la sugestión, en el sentido restringido que nosotros
quisiéramos que se le reservase, es menos factible en ese tercer estado que en
los dos primeros, en contra de lo que opinan los hipnotizadores.
Existe una categoría de sujetos que Bernhein
ha llamado los sugestionados impulsivos; son aquellos que, sugestionados,
llevan a cabo cualquier sugestión, aunque sea criminal: es una verdadera locura
pasajera. Cuando se les pregunta la causa que los ha impulsado a cometer el
crimen o delito, responden que no lo saben, que es una idea que se les ha
ocurrido.
Afortunadamente esos sujetos son muy raros;
casi siempre, si en el estado de vigilia el sujeto es incapaz de una mala
acción, luchará, gracias a determinadas capas de su conciencia normal que
pondrá obstáculos en la ejecución del acto sugestionado. La mayoría de las
veces, los crímenes de laboratorio, como se los ha llamado, han inducido a error
a los sabios que hacían las experiencias; materialistas endurecidos, no se
daban cuenta del mecanismo
admirable de los diferentes estratos de
nuestra conciencia; no comprendían que los sujetos obedecían a sus sugestiones
criminales porque sabían que sus inductores eran hombres honrados incapaces de
hacerles cometer un crimen verdadero.
Un ejemplo que me parece muy instructivo a
este respecto, es la experiencia descrita por de Yong, el cual había sugerido a
una joven israelita, de educación esmerada y criada en los principios de su
religión, que tomara una moneda de plata que había puesto en lugar visible, y
que se la guardara en el bolsillo. La joven obedeció a esta sugestión sin la
menor resistencia y repitió el acto repetidas veces luego. Un sábado, le hizo
la misma sugestión, y aunque la muchacha pareció tentada de guardarse la
moneda, luchó largo rato y acabó por negarse a hacerlo; interrogada por el
motivo de su negativa, respondió que era sábado y que en ese día está prohibido
tocar plata (*).
(*) Aric de Yong. El hipnotismo y la
resistencia a las sugestiones.
¿Por qué esta muchacha pensó que le está
prohibido tocar plata los sábados, y no se acordó que igualmente está prohibido
robar? Bien claro se demuestra en esta experiencia que si se decidía a guardarse
la moneda era porque tenía la convicción de que Yong no la impulsaría a cometer
un verdadero robo, mientras que toda la estimación que sentía por su señor no
era bastante para hacerla contravenir las leyes de su religión.
Bernhein opina que ciertos sujetos son
capaces de cometer un crimen verdadero bajo la influencia de una sugestión.
Brouerdel no lo cree. "Los sonámbulos, dice, sólo realizan las sugestiones
agradables o indiferentes que les ofrece un individuo simpático." Delboeuf
ha declarado que "el hipnotizado conserva una parte suficiente de
inteligencia, de razón, de libertad, subrayo la palabra, para defenderse
cuando se les quiere hacer realizar actos en oposición con su carácter y sus
costumbres". Esta, creo yo, que es la verdad. Me inclino a creer que un
sujeto incapaz de robar en estado de vigilia, ha de encontrar en lo restante de
su conciencia normal fuerza para resistir. Pero Bernhein afirma en alguna parte
que a consecuencia de semejantes sugestiones, se apodera a veces del sujeto un
deseo insensato de ejecutar el crimen o el robo, y queda el derecho a preguntar
durante cuánto tiempo el sujeto de mejores intenciones resistirá en estado de
vigilia a esta impulsión. La respuesta
es todavía muy obscura.
"Con frecuencia yo mismo he tenido
ocasión de comprobar en mis sujetos casos de esta fragmentación de la
conciencia en estratos más o menos profundos ; en dos casos especiales me ha
parecido que las capas profundas del subsconsciente, aunque al despertar el
sujeto estuviese atacado de amnesia, dejaban trazos en la conciencia normal.
"El primero era un joven al que a menudo
había dormido con la mayor facilidad. Un día le sugerí que abriera el cajón de
mi mesa de escritorio y que mirara allí mientras yo buscaba un libro en la
habitación contigua. Era una indiscreción, pero
nada grave. Le estuve vigilando. Luchó por espacio de algunos minutos, abrió
rápidamente el cajón y apenas miró, como si lo hiciera para librarse de una
idea obsesora, mas no por curiosidad: me dio la impresión de que obedecía a un
impulso, y en modo alguno a un deseo personal.
"A partir de eso día me fué imposible
volver a dormir al tal joven. Sin embargo, al despertar, no conservaba memoria,
ni tenía conciencia del acto que se había visto obligado a realizar, y, a pesar
de eso, su conciencia normal parecía haberse enriquecido con una fuerza de
resistencia invencible contra la hipnosis, en la cual podía ocurrir que le
sugiriesen actos contrarios a la moralidad de su personalidad total.
"El otre caso es parecido, pero más
grave. Una muchacha vino un día a suplicarme que la durmiese. Le pregunté el
motivo que la traía a mi casa. Me contó entonces que un amigo de su familia
hacía experimentos de hipnotismo con ella, a los que se prestaba gustosa, pero
desde hacía algún tiempo, no podía dormirla. La joven parecía dolerse de esas
experiencias; traté de dormirla, lo que no tardé en conseguir, y la puse en
estado de sonambulismo. Entonces le pregunté por qué razón aquel amigo no la
podía dormir y ella me respondió: "La última vez me ha obligado a
desnudarme delante de él y no quiero volverlo a hacer." Sabía lo que
deseaba. Reforcé todavía la sugestión y le ordené que rompiese en absoluto con
aquel amigo. Le pregunté la dirección del tal personaje y luego le escribí a
éste para hacerle saber las graves responsabilidades en que incurría al
permitirse semejantes sugestiones. Al despertar la joven, no se acordaba de
nada y es de presumir que jamás llegará a saber que era ella misma, en una
especie de desdoblamiento psíquico, la que se oponía a dormirse.
"En Magdalena G... he podido comprobar
cierto día la diferencia de valor moral que existe entre la conciencia
supraliminal y la subliminal. Fué una experiencia muy instructiva. Tuvo lugar
inmediatamente después de una sesión que di con ella en los salones de la
condesa Greffuhle; Magdalena se hallaba dormida todavía en un boudoir contiguo
al salón donde habían tenido efecto las experiencias Llevé su sueño hasta el
sonambulismo. Muchas notabilidades científicas y literarias se aproximaron a
ella, entre otros el coronel Rochas. Debo decir que desde hacía bastantes
meses, Magdalena había aceptado el honor que tuvo la bondad de hacerle la
Asociación francesa para el progreso de la ciencia, de dar en agesto una sesión
en el Congreso de Grenoble. De Rochas, que había de dar allí una conferencia,
dirigiéndose a Magdalena dormida, le dijo: "Ya sabe usted que nos veremos
en Grenoble". Iba a contestar amablemente con una afirmación, pero se
contuvo bruscamente, pareció reflexionar y no habló. De Rochas y yo, nos
comprendimos en una mirada; si cuando llegado el momento, Magdalena supuso que
nos había sorprendido el que en vez de ella se recibiese en Grenoble un
telegrama de excusa, a pesar de sus promesas verbales y
escritas de ir, se equivocó. El que hubiera ido nos hubiera causado gran
sorpresa.
"Así, pues, Magdalena en hipnosis, es
decir, en su conciencia subliminal, no podía negarse a decir la verdad, en
tanto que algunos minutos más tarde, en el estado de vigilia, cuando volvió a
ser la mujer corriente, siguió prometiendo a de Rochas, sonriendo, lo que sabía
que no iba a hacer; lo que prueba que la conciencia normal puede mentir, pero
no la subliminal.
"No ignoro que sabios renombrados
pretenden que los sujetos mienten lo mismo en hipnosis que en estado de
vigilia; Pitres certifica que pueden mentir voluntaria y conscientemente, pero
por mi parte me inclino a creer que en esto también el profesor de Burdeos ha
sido inducido en error, al estudiar los fenómenos de la hipnosis en histéricas
únicamente. Beaunis, por el contrario, declara que nunca ha podido sorprender a
un sujeto en flagrante delito de mentira.
"Esta cuestión es de una importancia
capital en medicina legal, y aunque por mi parte jamás he comprobado ninguna
mentira en los dichos de mis sujetos o sonámbulos, no creo que se deba apoyarse
en este hecho, cuando se trata de una declaración o de un testimonio provocado
por la hipnosis.
"En Magdalena existe asimismo
fragmentación de la conciencia y me ha sido imposible llegar a saber hasta qué
punto cree estar en el papel que se le sugiere, ya sea con la mímica, ya sea
con citas verbales. Cuando le leo el sueño de Lucrecia,
un estrato de su conciencia se persuade a sí mismo de que hay una
serpiente, pero yo tengo la convicción de que otro estrato (capa) sabe
perfectamente que no la hay. Ese es el fenómeno que observamos con frecuencia
en las grandes actrices: Rachel lloraba amargamente, se identificaba por
completo con el personaje que representaba y la situación en que se hallaba,
pero ¿habrá quien dude que en Rachel había una conciencia que le decía que ella
y su personaje eran cosa diferente? Sí, y esa segunda capa será la que le
secará las lágrimas, tan pronto como Rachel haya abandonado el escenario.
"¿ No se podría relacionar ese hecho con la
observación de que los sujetos a quienes se da sugestiones posthipnóticas de
llagas, de deformidades, de parálisis, no experimentan nunca, al comprobar,
cuando despiertan, esos graves infortunios, ni tristeza ni pesar? Unicamente se
conmueven cuando se les sugiere un sentimiento de dolor. Binel y Ferré
atribuyen esta observación al hecho bien conocido de que "las histéricas
soportan con la mayor indiferencia todas las miserias que proceden
espontáneamente del hecho de su enfermedad".
"Esta justa observación sólo es exacta
para una clase de sujetos, y no me parece que responda a todos los casos. Aun
se me antoja que si una capa de la subsconsciencia acepta la visión de una
llaga o de una deformidad, otra capa sabe perfectamente que no existe.
"He aquí otro caso más que precisará
bien a mis
lectores lo que quiero significar al hablar
de la fragmentación de la personalidad. Sage, el eminente escritor psiquista,
presentó al Instituto psicológico un sujeto al que él y yo habíamos estudiado
juntos, Mme. Malvina Gerard.
"En presencia de M. Bergson, profesor
del Colegio de Francia, se le habia dado a Malvina una sugestión negativa
posthipnótica. No había de verme. Al despertar, yo había desaparecido para
ella, y ya podía hablarle, pellizcarla, sentarme sobre sus rodillas, no me veía
o creía no verme. Uno de los presentes cogió un vaso y le dijo a Malvina que lo
siguiera con la vista, y después de haberlo paseado por muchos lados, lo puso
detrás de mí, a mi espalda. —"No lo veo ya"—dijo entonces la sujeto.—
"¿Dónde está, pues?"—le preguntaron. —"Detrás de la
espalda"... En seguida se detuvo, como si hubiera cometido un error en la
obligación que le habían impuesto.
"¿Qué prueba esta anécdota? Prueba que
Malvina, al no verme, obedecía a una orden, orden que cumplía lo mejor que
podía, sin llegar, sin embargo, a la perfección, puesto que nosotros la
habíamos inducido en error.
Binet y Ferré, en un notable estudio de las
anestesias sistemáticas, citan, sin embargo, algunos casos en que los sujetos
aseguraban ver lo que pasaba detrás de la persona hecha invisible; es, no
obstante, más que probable que como esos sabios investigadores han dicho muy
bien, esos sujetos se "alucinan espontáneamente para llenar la laguna que
produce el objeto invisible en su campo
visual, y que, a pesar de las apariencias contrarias, el objeto invisible hace
realmente oficio de pantalla y el enfermo no puede ver a través de esa pantalla
lo que detrás de él ocurre. Si nos colocamos detrás de M. F., invisible, la
enferma sostiene que continúa viéndonos, pero no puede decir de un modo preciso
los gestos que hacemos (*).
(*) Binet y Ferré. El magnetismo animal.
Y a pesar de esto, sabido es que el doctor
Pinel pretende haber obtenido en una placa sensible por medio del oftalmoscopio
eléctrico la imagen sugerida a un sujeto hipnótico. "En el mismo instante—
dice—en que se da la sugestión, el sujeto entrevé la imagen perfectamente
dibujada del objeto que se le designa: caballo, serpiente, etc. Las células
cerebrales impresionadas por la palabra pronunciada, envían la imagen o el
deseo del objeto o del animal a la retina. Esta imagen se refleja en la parte
posterior del cristalino, en la cámara del ojo y por una acción virtual se
agranda al exteriorizarse como en una lupa vulgar (*).
(*) Ciencias ocultas y fisiología psíquica, del doctor Dupony.
¿Cómo conciliar esos dos hechos? ¿Cómo
aceptar que un sujeto crea únicamente ver lo que se le sugiere, sin verlo
realmente, si el doctor Pinel ha obtenido fotografías de las imágenes
sugeridas? Sólo le encontramos una explicación al hecho, y es la inmensa
variedad de los sujetos, de los que cada uno difiere del otro en proporciones
que no se pueden definir. Es probable que si ciertos sensitivos
no hacen más que obedecer puntualmente una orden, otros hay con suficiente
fuerza de imaginación para formar reales imágenes mentales y proyectarlas en la
retina.
A veces, la alucinación positiva o negativa
provocada por la sugestión es solamente visual y no se hace auditiva. He aquí
un ejemplo notable dado por el profesor Grasset con su sujeto F. "Le dije
durante el sueño, que al despertar no vería a Brousse (que estaba realmente
allí) y que en cambio vería a Mossé (que no estaba). Al despertar, dirigió la
palabra a Mossé, al que creía ver, y como Brousse, al que no ve, le contesta,
la sujeto exclama: "¿Cómo es eso que oigo a M. Brousse, al que no veo y M.
Mossé, que tengo delante, no me habla?"
La cuestión de saber si la memoria puede ser
aumentada, y sobre todo abolida por sugestión, ha sido muy discutida.
M. Magnin asegura que en su sujeto, Magdalena
G... ha adquirdo la convicción de que esa facultad puede ser considerablemente
exacerbada.
"Yo no creo—dice—que se pueda aumentar
por sugestión la fuerza de un recuerdo adquirido en el estado de vigilia, pero
es cosa fuera de duda que cualquier hecho o idea provocados en hipnosis
quedarán infinitamente más grabados en el recuerdo que un hecho o una idea
transmitidos en el estado de vigilia."
Crocq, en su encuesta sobre el hipnotismo
dice: "Por medio del hipnotismo se puede exaltar muy
considerablemente la memoria del hipnotizado
(*)."
(*) Crocq.
Hipnotismo.
En cuanto a la disminución o abolición de la
memoria, aunque sólo sea en un hecho preciso, tiene una importancia enorme en
medicina legal. El sugestionador hábil, puede, al mismo tiempo que sugiere un
acto inmoral o criminal, sugerir el olvido absoluto del acto y de todo lo
relativo a él, incluso su personalidad. Ya pueden suponerse las consecuencias.
En este caso, como en todos los precedentes, estoy dispuesto a admitir que el
sujeto ejecuta una orden de no acordarse, pero que los recuerdos están muy
presentes en su memoria. Liegeois ha demostrado con mucho talento que con
preguntas indirectas, con circunloquios, se puede conducir, sin grandes
dificultades, al sujeto a dar contestaciones que prueban que los recuerdos
persisten.
El profesor Grasset sintetiza admirablemente
lo que me parece más verisímil (*): "No es posible disminuir o abolir
recuerdos fijos: pero sí disminuir o abolir el resurgimiento de ciertos
recuerdos."
(*) Grasset. El hipnotismo y la sugestión.
La recíproca existe, y es completamente
posible sugerir a un sujeto el que recuerde, al despertar, la sugestión que le
ha sido dada y cuanto ha hecho durante la hipnosis. En este caso, el sujeto se
acuerda de todos sus actos sucesivamente, pero en el sentido inverso en que se
han producido.
Para terminar este ligero bosquejo
complementario sobre la sugestión, haremos nuestras las manifestaciones de un sabio maestro especializado
en la materia (*):
(*) Cullérre. Hipnotismo y sugestión.
La sugestión mental nada tiene de común con
las experiencias de adivinación que ejecutan ciertas personas bajo el pretexto
de lecturas de pensamientos. Tal es el caso de Stuart Cumberland que
encontraba bastante a menudo un alfiler escondido, con la condición de
estar por medio de la mano en contacto con la persona que había escondido el
Alfiler. En algunas sesiones descubrió entre los asistentes a la persona en
quien pensaba el sujeto que le daba la mano. Cumberland cree estar dotado de
una potencia excepcional de percepción; en realidad no se trata más que de
movimientos inconscientes por parte del sujeto.
Tales hechos son conocidos desde hace mucho
tiempo. Chevreul, Babinet, Faraday han demostrado la producción inconsciente de
movimientos de intensidad muy débil. Hace más de sesenta años que Chevreul hizo
notar que la idea de ciertos movimientos se acompañaba de una tendencia
inconsciente e involuntaria a ejecutarlos. Así explicaba las oscilaciones
de un péndulo sostenido con la mano y los movimientos de las mesas giratorias.
En cambio, podrían relacionarse con la
sugestión mental los hechos de telepatía, de lucidez, de presentimiento,
es decir, la acción de ver o de conocer acontecimientos lejanos en los tiempos
y en el espacio sin una forma alucinatoria. Si esos hechos tienen
una existencia real, cosa que tienden a
probar observaciones muy admirables, revelan seguramente, como dice Richet, una
facultad del alma nueva y profundamente desconocida.
Y acabaremos dando una breve noticia del
estado de fascinación.
El Dr. Brémand, operando en sujetos
favorables, logró producir, no sólo los tres períodos distintos del hipnotismo,
sino además otro estado que no había sido descrito, que precede a las otras
fases y que designa con el nombre de estado de fascinación.
El Dr. Brémand cree que éste, lejos de
constituir una rara excepción, tiene carácter de generalidad, y no es imputable
a ninguna idiosincrasia nerviosa. Se provoca mirando fijamente a un punto
brillante, pero de mediana intensidad, o mejor aun, por la gola acción de la
mirada. "Miro vivamente, bruscamente y de muy cerca al joven, ordenándole
que me mire con toda la fijeza de que es capaz". El efecto es rápido, a
veces fulminante en los sujetos encarrilados por precedentes experiencias. El
rostro se inyecta, el pulso se acelera considerablemente, las pupilas se
dilatan, el ojo muy abierto está fijo en el punto brillante o en el ojo del
operador; se produce la analgesia; todo músculo que se hace entrar en actividad
o que se frota con la mano entra en contractura. La voluntad está paralizada;
las funciones intelectuales se exaltan y pueden ser incitadas a la ilusión y a
la alucinación. Por último, se desarrolla un instinto de imitación que llega a
la reproducción más fiel, más servil de los movimientos, gestos, acititudes, palabras y muecas de fisonomía del
operador.
Mr. Brémand ha designado este estado con el
nombre de fascinación, porque lo considera como análogo al del pájaro
respecto de la serpiente. Para hacerlo cesar basta soplar a la cara y a los
ojos del paciente. La experiencia prolongada cierto tiempo va acompañada de
amnesia. Los músculos no poseen la propiedad cataléptica y no conservan las
actitudes dadas. El estado de fascinación se opera con extremada rapidez en los
individuos que lo han sufrida ya otras veces; basta una mirada del operador, y,
sorprendido en medio de una acción cualquiera, el paciente se detiene
petrificado. Algunos sujetos no pueden estar en presencia del que les ha
fascinado ya, sin aprensión y malestar; uno de los observados por el Dr.
Brémand reconocía experimentar cierto sentimiento de temor siempre que le
encontraba y no estar nunca completamente tranquilo delante de él.
En la serie hipnótica, el estado de
fascinación ocupa el primer lugar; es el primero de los que puede provocarse.
No puede ser obtenido en las mujeres histéricas hipnotizables, muy
probablemente porque en razón de la excesiva impresionabilidad de su sistema
nervioso, las prácticas hipnóticas las ponen de corrido en el estado cataléptico,
saltando la primera etapa, en la que es imposible detenerlas. Lo mismo ocurre
con las mujeres en perfecta salud hipnotizables; el fenómeno de la fascinación
no puede ser producido en ellas porque siempre el estado
que se produce de antuvión en ellas es el
cataléptico.
El estado de fascinación es, en consecuencia,
más propio del sexo masculino. En los jóvenes susceptibles de él, sus
caracteres son tanto más distintos cuanto más se alejan de la primera
experiencia; por efecto de la sucesión de las sesiones y del aumento de
impresionabilidad de los sujetos, el periodo de fascinación acaba por
desaparecer del todo. Entonces entran de lleno en el estado cataléptico como
los individuos del sexo femenino.
El estado de fascinación es muy cercano a la
catalepsia, que le sigue inmediatamente por poco que la excitación visual que
lo ha producido aumente un poco de intensidad. Es susceptible de la sugestión y
demás fenómenos psíquicos, como los otros estados hipnóticos, aunque de menos
duración y con menos claridad.
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